martes, 18 de junio de 2013


Garci hace fundido en negro y lo deja. 

El director de Volver a empezar, la primera película española en ganar un Oscar, en 1982 ; el hombre de cine que filmaba como los clásicos porque él es un clásico; el enfermo de cine que de la crítica cinematográfica con sólo veinte años y la formación adquirida en los cines de barrio de doble sesión pasó a escribir guiones y, en 1976, dirigir su primera película, Asignatura pendiente, auténtico fenómeno sociológico, magistral retrato de una generación en busca de autor y de un país que apenas empezaba a respirar tras la larga noche del franquismo; el que hizo de Alfredo Landa un Crack para la historia, un homenaje a Dashiell Hammet, rey de la novela negra, pasado por Chamberí; el extraordinario escritor que jamás renegó de la Olivetti, en la que escribió relatos como Ray Bardbury, humanista del futuro, que, pasados treinta años, está más vigente que nunca.

El guionista de aquella Cabina claustrofóbica y premiada ; el autor del corto primerizo Mi Marilyn; o, en 1980, de su particular homenaje a Alfonso Sánchez, el crítico cinematográfico más genuino. 

Uno de los creadores (junto a Mercero, Bodegas, González Sinde (sí, el padre de la ex ministra), el propio Olea y el productor José Luis Dibildos, de aquel cine mucho más que posibilista que se dio en llamar “tercera vía”. 

El soñador que apostó la pasta en una productora ad-hoc, cinematográfica y literaria, que no podía llevar otro nombre que Nickel Odeón

El que sabía que la radio de nuestros padres, la de nuestra infancia y juventud, fue una ventana abierta por la que, junto al “parte de Radio Nacional” también entraban canciones, algunas en idiomas que no entendíamos pero que sabíamos hablaban de amores y esperanzas, algunas incluso de revoluciones o coplas de desamores en voces de estremecimiento. Y, también las voces, de aquellos Pecker, Pedro Pablo Ayuso, Matilde Conesa o Tomas Marco (el del Carrusel Deportivo), homenajeados en Solos en la madrugada, con un José Sacristán torrencial. 

El amigo, con desencuentros, de Alfredo Landa, compitiendo por el podio en la preparación del Dry Martini. 

El hombre que hizo del humo de los cigarrillos atmósfera imprescindible de sus películas (You’re the one blanco y negro inolvidable); el guionista de diálogos de precisión quirúrgica envueltos en el más esplendoroso idioma castellano, con apuntes de casticismo; el relator (en boca de sus personajes y en la suya propia) de las más grandes hazañas del boxeo, del Price al Madison Square Garden, de Luis Folledo a Joe Luis o Cassius Clay ( él nunca le llamaría Muhamadd Alí).

El que, en 2004, hace girar el Tiovivo C. 1950, acaso su mejor película, un monumental fresco de la España de esa mitad del siglo pasado, la de su infancia y casi la mía, un coral mosaico de vidas al límite de la supervivencia que nunca pierden la decencia y en la que la exhibición de toreo de salón en una sala de fiestas madrileña resulta un regalo; el adaptador fiel que seis años antes, en 1998, da al inmenso Fernán Gómez uno de los papeles de su vida, en la galdosiana El abuelo

O el que inventó a un Holmes (y Watson) imposibles en Madrid en la que, anuncia, habrá sido su última película. 

Un hombre apasionado, pues como él mismo dijo: “Por qué conformarse con dos o tres pasiones (el fútbol estaba entre ellas) cuando se pueden tener todas”.

A Garci le llamaron comunista cuando Asignatura pendiente y ha acabado señalado como amigo de la derecha. Y él, con esos ojos diminutos que en realidad son panorámicos, sigue a lo suyo que, a partir de ahora, ya no será el cine si de dirigir hablamos. 

Espíritu libre, hace de su capa un sayo. Y hace bien. 

Quede aquí mi tributo de gratitud a un cineasta total, que supo desde el principio que si el cine es recuerdo, él estaba ahí para testimoniarlo. 

José Luis Garci ha puesto el "The end” mientras canturrea la letra de Aute: “Cine, cine, cine, más cine por favor, que todo en la vida es cine, que todo en la vida es cine, y los sueños cine son”.
P.M.


miércoles, 5 de junio de 2013

Hoy hace 4 años

El 5 de junio de 2009, Esplá y "Beato" se encontraron en Las Ventas y el toreo se hizo verbo.
Torero y toro, toro y torero, conjugaron como nunca el verbo torear.
Muchas han sido las tardes de Esplá en Las Ventas (el que más, después de Antonio Bienvenida), muchos triunfos y algún que otro sinsabor. Pero el 5 de junio de 2009, el maestro quiso que su última lección pasara a la Historia, no por ser la última sino por ser, tal vez, la mejor.
"Beato", con 650 kg sobre su noble bravura, embistió con rectitud y profundidad a una muleta presentada, siempre, por delante, sin trucos y sí, desde la firmeza y la inspiración, con hondura y cabal torería para que el toreo más puro se hiciera presente, entre el clamor asombrado de los afortunados testigos de la magna obra.
Sí, Esplá y "Beato", "Beato" y Esplá, el 5 de junio de 2009 explicaron a los cuatro vientos las verdades verdaderas del toreo. Amén. 

Marchalalimón