sábado, 14 de diciembre de 2013

Fundido en negro



Hoy he ido por última vez al Cine Alexandra, de Barcelona. El Alexandra cierra sus puertas el próximo jueves19 de diciembre de 2013 y se suma a otros muchos cines que, especialmente, en los últimos años, han ido desapareciendo del paisaje de la ciudad para convertirse en hamburgueserías, cafeterías, tiendas de moda…

En el viaje a ninguna parte- Independencia le llaman- Barcelona va ligera de equipaje. Cierran librerías, cines y La Monumental, los Museos son recintos para bodorrios bollywoodienses y su Ayuntamiento censura fotos de torereros. A Barcelona ya no la reconoce ni la madre que la parió!, dijo aquél.

El Cine Alexandra esta (ba) en la parte alta de la Rambla de Catalunya. La Rambla de Catalunya y el Paseo de Gracia  son vías en paralelo, que desde la Diagonal desembocan en Plaza Catalunya y en ellas y las calles que las cruzan (Roselló, Córsega, Provença… hasta la Gran Vía y Casp) hay  muchas tiendas (de lujo y no tanto), hoteles, restaurantes estrella Michelin , de diseño y fast food, cafeterías con terraza y estufas, dos librerías gran superficie... Y dos cines: Club Coliseum y Comedia. El Coliseum (que resistió las bombas fascistas), en la Gran Vía con Rambla Catalunya, resiste pero con programación teatral.


En el google de mi memoria, aparecen en la zona urbana citada, desde los años sesenta y hasta el Alexandra, una relación de salas de cine que ya no están: Alcázar, Montecarlo, Fantasio, Savoy, Publi, Fémina, Novedades y Tívoli (ahora teatro). Todos ellos, excepto Savoy y Publi,  con el diseño de los grandes cines, patio de butacas de más de veinte filas y anfiteatro. El Publi fue de los primeros en dividirse en dos y el Savoy era de más pequeñas dimensiones.  El Alexandra se reconvirtió en multisala hace varios años, absorviendo al entrañable Alexis, el de las sesiones golfas de madrugada.


Alexis y Publi programaban sesiones matinales, a las que acudían estudiantes  que buscaban en Godard, Eisenstein, Truffaut, Bellochio, Bertolucci, Tony Richardson o Fassbinder algunas de las respuestas que la Universidad no daba.


El cine, los cines ( también los de barrio, sesión doble,  gaseosa y bocadillo tortilla para cenar, mientras el humo del cigarrillo de Bogart o Bacall salía de la pantalla y se mezclaba con el de algún que otro espectador) eran una ventana a la vida, colores para la grisura, música para los silencios, amores y besos para represiones y miedos, ideas contra la nada.

“Todo en la vida es cine/y los sueños/cine son”, cantaba Aute. El cine se hace para verlo en los cines  y eso , que parece una perogrullada, va a acabar siendo una rareza.

Las recientes campañas que por un día han rebajado el precio de las localidades han puesto sobre la mesa que sigue habiendo un sector, más o menos numeroso, de la población que si quiere acudir a las salas y que el factor económico juega a la contra.
Es cierto, pero no lo es menos que el (muy gravado) precio de las localidades no va más allá del de una copa ( y otra, y otra) en el bar con los amigos. Y, la inmensa mayoría, parece optar por lo segundo.

Salí del Alexandra (por cierto, después de ver la premiada y, para mí, insufrible “La Gran Belleza, ), guardé la entrada en el bolsillo como recuerdo de lo que ya no será, y, al mirar hacia atrás, ante mí, por un instante, como en un montaje frenético, desfilaron las imágenes, las historias, las caras, las voces, las músicas,  de todos los que , desde su(s) pantalla(s) me hicieron reir, soñar, sufrir, pensar, amar (sí, también amar). Vivir.

P.M.


domingo, 22 de septiembre de 2013

ASALTAR EL CIELO


Lo dice Juan Diego Botto , lo escribió Karl Marx, en 1871,  en el prefacio de una carta a un amigo: “Estos parisienses que quieren tomar el cielo por asalto”.

Hora es ya de hacerlo y, por eso, Juan Diego Botto ha escrito y protagoniza Un trozo invisible de este mundo, que un año después de su estreno en la sala Matadero de Madrid y girar por toda España de éxito en éxito, de emoción en emoción, ha llegado a Barcelona. La inmigración, el exilio, la tortura, la delación, el racismo, la cobardía, el egoísmo,  los sueños, el amor, la vida, la muerte,  son su argumento.

En el Teatre Lliure, que la acoge, cada representación (perdón, cada puesta en escena) es una catarata de sensaciones vividas por el público con el alma encogida y risas entrecortadas, de esas que incluso se intentan ahogar aunque (como reconoce el propio autor/intérprete) el texto busca como resorte, diría yo como huída y autodefensa del espectador, que se remueve en el asiento y estalla en la ovación.
Igual que aquella poesía reclamada por Gabriel Celaya ( y en otro pero no tan diferente contexto), es teatro para el pobre/teatro necesario/como el pan de cada día/como el aire que exigimos/trece veces por minuto/para ser y en tanto somos/dar un sí que glorifica.

Justo cuando, el domingo por la tarde el Lliure , su público, se ponía en pie para dar las gracias a Juan Diego Botto, Astrid Jones (conmovedoramente brutal) y a Sergio Peris Mencheta ( director-cómplice), se anunciaba la victoria de Ángela Merkel, una aplastante mayoría de esa derecha voraz que marca el paso en una Europa a sus pies. Y, al salir , la gran pregunta: ¿de qué sirve que el teatro y el público alcen la voz si la Historia parece empeñada en la constante negación del ser humano, entendido éste como una suma de dignidades ?.

Puede que no haya respuestas, al menos éstas no sirven si se consideran como efecto más o menos inmediato, pero se antoja innegable que la propuesta , la provocación desde la información, la reflexión que invoca Un trozo invisible de este mundo sí son estímulo para activar dormidas rebeldías e ineludibles urgencias.
Si el cielo son los otros, los mercaderes, los corruptos, los racistas, los torturadores,  los asesinos, no lo queremos. El cielo que queremos es el de la solidaridad, la cultura (no la del 21%), la alegría, la dignidad, el trabajo, la igualdad, la belleza….
Ese cielo es el que hay que asaltar. Y, volviendo a Celaya, el teatro también puede ser un arma cargada de futuro.

Un trozo invisible de este mundo  es munición para ello.
Paco March
Fotografias de: http://untrozoinvisible.wordpress.com/page/3/


miércoles, 21 de agosto de 2013

YO TAMBIÉN NACÍ EN EL 53.

Un 22 de agosto, concretamente


Mañana cumplo 60 años y dicen que hay que celebrarlo. Así se hará.

Barcelona, el día que nací yo ( en la misma fecha que treinta y siete años atrás lo había hecho mi padre, en Madrid) no era, ni por asomo, la que hoy es. Apenas habían pasado catorce años del final de la Guerra Incivil ( “no llegó la paz, llegó la victoria”, como se encargó de recordar el gran Fernán Gómez en Las Bicicletas son para el Verano) y la ciudad, sus gentes, luchaban por la supervivencia desde unas coordenadas en las que la esperanza su fundía con el temor.

A ella, a Barcelona, seguían llegando oleadas de inmigrantes, de Andalucía, Extremadura, Murcia, Aragón, Castilla… en busca de un futuro incierto. Los catalanes les acogían sin hacer distinción de lengua (casi oculta, clandestina, la catalana) y compartían con ellos sueños y quimeras. Las fábricas, el pequeño comercio, la construcción, eran la base de un sustento que si carecía de la mínima exquisitez sí paliaba hambres.

Aún no había llegado el 600 y los ocios ciudadanos (para el que pudiera permitírselo) iban del cine (sesión doble, salas de barrio, tortilla en la fiambrera); el teatro (con los grandes de la época en el Borrás, el Poliorama, el Barcelona), el Paralelo ( Carmen Amaya, Antonio Molina, Carmen Morell, Pepe Blanco), con El Molino, el Apolo y el Arnau para las varietés; el fútbol y los toros.

De Hungría había llegado otro dios rubio, (después del Platko de AlbertiLaszi Kubala para jugar en el F.C. Barcelona y en un año dejó pequeño el estadio de Les Corts, obligando a levantar el que aún se conoce como Camp Nou. Kubala lo acaparaba todo, más allá de lo estrictamente deportivo y, ante él, sólo un torero supo hacerle competencia, de igual a igual: Antonio BorreroChamaco”, llegado de Huelva de la mano de Don Pedro Balañá, para convulsionar a una ciudad que, por entonces, contaba con dos plazas de toros y daba más corridas que ninguna otra en el planeta taurino.


Fútbol y toros, Kubala y “Chamaco” fueron también, cuando apenas contaba cinco o seis años, mis ídolos. En los cromos y las cajas de cerillas estaban los futbolistas y, también , los toreros. Y aquellas en las que aparecían “Chamaco” y Kubala eran las más preciadas.

Sesenta años después, el escenario de mi niñez es otro muy distinto en el que (como gran fracaso de todos) sólo se repite – quien lo iba a decir- la lucha por la supervivencia, eso sí, convenientemente camuflada y maquillada. Por el camino (ley de vida le llaman) van quedando familiares, amigos, referentes… y uno mismo asume que cada cumpleaños es un desafío ganado pero un paso más hacia el abismo que es la muerte.

Jaime Gil de Biedma fue un poeta de la soledad que, como todos los poetas, incluso los más longevos, murió prematuramente. A él recurro para, ensayando el brindis que- seguro- mañana me tocará celebrar con (una parte) de los que me quieren, acabar este ejercicio de nostalgia ramplón y sensiblero.

“ Resolución de ser feliz

por encima de todos, contra todo,

y contra mí, de nuevo.

Por encima de todo ser feliz,

vuelvo a tomar esa resolución.

Pero más que el propósito de enmienda,

dura el dolor del corazón”



PACO MARCH


lunes, 29 de julio de 2013

MANOLO SANLÚCAR


 
Ha querido la casualidad que el mismo día en que la 2 de TVE iniciara las emisiones de Flamenco para tus ojos (de madrugada, de tapadillo), un espacio con tintes divulgativos de la mano de Diego El Cigala, en Nerja y en su Festival Internacional de Música y Danza en La Cueva, el maestro Manolo Sanlúcar anunciase que aquella era su última actuación en España.

Manuel Muñoz Alcón, Manolo Sanlúcar para la Historia del Flamenco, dice adiós a los escenarios a los 69 años de edad y con más de medio siglo en ellos, en los que con sus composiciones (algunas de ellas sinfónicas), su guitarra y su toque prodigioso, revolucionario, renovador y clásico, ha levantado auténticos monumentos musicales.

Toda su obra, sus discos, sus actuaciones, son una búsqueda constante, un reto inconformista a los cánones, siempre desde la absoluta fidelidad a la pureza.

Mundo y Formas de la Guitarra Flamenca (1973) ya marca el camino que luego seguiría Sanlúcar, en el que se incluía Caballo Negro que, como casi al tiempo pasaría con Entre dos aguas de su colega y amigo Paco de Lucía, traspasó los límites de lo flamenco y conoció el éxito popular, al tiempo que suponía una respuesta a la “invasión” de música anglosajona, sin aparcar otros formas más minoritarias, como Y regresaré, en homenaje a Miguel Hernández.

Después vendría Sentimiento, Al Viento, la Medea de su último concierto, el de Nerja… hasta Tauromagia (1988). En Tauromagia (título feliz hallazgo de Aute), Sanlúcar se pasea por el rito del toreo con la clara intención de que su expresión musical, a través de los acordes de la guitarra de la que extrae un prodigio de emociones, produzca en quien la escucha el estremecimiento que éste provoca. Y lo consigue. Desde el flamenco. El propio Paco de Lucía, preguntado por qué disco de flamenco elegiría, respondió: Tauromagia de Manolo Sanlúcar.


Quiso, en su primera juventud, ser torero y luego ha mantenido su afición cabal por el mundo de los toros. Y en Tauromagia vuelca su pasión torera y su genio musical. El resultado, ahí quedó, como esas faenas de los más grandes, de Pepe Luis, de Paula, de Curro, de Morante, de José Tomás


Quizás sería el momento de rescatar esa Tauromagia, que va de La nacencia a la Puerta del Príncipe, jaleo de triunfo y fiesta, pasando por el tiempo sacro de Oración, el aire alado de Maestranza, los tercios de la lidia por sonanta, bulería, fandangos…

Algibe, Locura de brisa y trino y otras obras, conciertos y constante presencia de un músico, un creador, un hombre comprometido que si ha hecho su último paseíllo, sabe y sabemos que, como los toreros, no se ha cortado la coleta y la guitarra sigue en sus manos.

Gracias Maestro, por tanto. Y a seguir viviendo. Y tocando.
 
 
 
Paco March
 

martes, 18 de junio de 2013


Garci hace fundido en negro y lo deja. 

El director de Volver a empezar, la primera película española en ganar un Oscar, en 1982 ; el hombre de cine que filmaba como los clásicos porque él es un clásico; el enfermo de cine que de la crítica cinematográfica con sólo veinte años y la formación adquirida en los cines de barrio de doble sesión pasó a escribir guiones y, en 1976, dirigir su primera película, Asignatura pendiente, auténtico fenómeno sociológico, magistral retrato de una generación en busca de autor y de un país que apenas empezaba a respirar tras la larga noche del franquismo; el que hizo de Alfredo Landa un Crack para la historia, un homenaje a Dashiell Hammet, rey de la novela negra, pasado por Chamberí; el extraordinario escritor que jamás renegó de la Olivetti, en la que escribió relatos como Ray Bardbury, humanista del futuro, que, pasados treinta años, está más vigente que nunca.

El guionista de aquella Cabina claustrofóbica y premiada ; el autor del corto primerizo Mi Marilyn; o, en 1980, de su particular homenaje a Alfonso Sánchez, el crítico cinematográfico más genuino. 

Uno de los creadores (junto a Mercero, Bodegas, González Sinde (sí, el padre de la ex ministra), el propio Olea y el productor José Luis Dibildos, de aquel cine mucho más que posibilista que se dio en llamar “tercera vía”. 

El soñador que apostó la pasta en una productora ad-hoc, cinematográfica y literaria, que no podía llevar otro nombre que Nickel Odeón

El que sabía que la radio de nuestros padres, la de nuestra infancia y juventud, fue una ventana abierta por la que, junto al “parte de Radio Nacional” también entraban canciones, algunas en idiomas que no entendíamos pero que sabíamos hablaban de amores y esperanzas, algunas incluso de revoluciones o coplas de desamores en voces de estremecimiento. Y, también las voces, de aquellos Pecker, Pedro Pablo Ayuso, Matilde Conesa o Tomas Marco (el del Carrusel Deportivo), homenajeados en Solos en la madrugada, con un José Sacristán torrencial. 

El amigo, con desencuentros, de Alfredo Landa, compitiendo por el podio en la preparación del Dry Martini. 

El hombre que hizo del humo de los cigarrillos atmósfera imprescindible de sus películas (You’re the one blanco y negro inolvidable); el guionista de diálogos de precisión quirúrgica envueltos en el más esplendoroso idioma castellano, con apuntes de casticismo; el relator (en boca de sus personajes y en la suya propia) de las más grandes hazañas del boxeo, del Price al Madison Square Garden, de Luis Folledo a Joe Luis o Cassius Clay ( él nunca le llamaría Muhamadd Alí).

El que, en 2004, hace girar el Tiovivo C. 1950, acaso su mejor película, un monumental fresco de la España de esa mitad del siglo pasado, la de su infancia y casi la mía, un coral mosaico de vidas al límite de la supervivencia que nunca pierden la decencia y en la que la exhibición de toreo de salón en una sala de fiestas madrileña resulta un regalo; el adaptador fiel que seis años antes, en 1998, da al inmenso Fernán Gómez uno de los papeles de su vida, en la galdosiana El abuelo

O el que inventó a un Holmes (y Watson) imposibles en Madrid en la que, anuncia, habrá sido su última película. 

Un hombre apasionado, pues como él mismo dijo: “Por qué conformarse con dos o tres pasiones (el fútbol estaba entre ellas) cuando se pueden tener todas”.

A Garci le llamaron comunista cuando Asignatura pendiente y ha acabado señalado como amigo de la derecha. Y él, con esos ojos diminutos que en realidad son panorámicos, sigue a lo suyo que, a partir de ahora, ya no será el cine si de dirigir hablamos. 

Espíritu libre, hace de su capa un sayo. Y hace bien. 

Quede aquí mi tributo de gratitud a un cineasta total, que supo desde el principio que si el cine es recuerdo, él estaba ahí para testimoniarlo. 

José Luis Garci ha puesto el "The end” mientras canturrea la letra de Aute: “Cine, cine, cine, más cine por favor, que todo en la vida es cine, que todo en la vida es cine, y los sueños cine son”.
P.M.


miércoles, 5 de junio de 2013

Hoy hace 4 años

El 5 de junio de 2009, Esplá y "Beato" se encontraron en Las Ventas y el toreo se hizo verbo.
Torero y toro, toro y torero, conjugaron como nunca el verbo torear.
Muchas han sido las tardes de Esplá en Las Ventas (el que más, después de Antonio Bienvenida), muchos triunfos y algún que otro sinsabor. Pero el 5 de junio de 2009, el maestro quiso que su última lección pasara a la Historia, no por ser la última sino por ser, tal vez, la mejor.
"Beato", con 650 kg sobre su noble bravura, embistió con rectitud y profundidad a una muleta presentada, siempre, por delante, sin trucos y sí, desde la firmeza y la inspiración, con hondura y cabal torería para que el toreo más puro se hiciera presente, entre el clamor asombrado de los afortunados testigos de la magna obra.
Sí, Esplá y "Beato", "Beato" y Esplá, el 5 de junio de 2009 explicaron a los cuatro vientos las verdades verdaderas del toreo. Amén. 

Marchalalimón

jueves, 23 de mayo de 2013

MOUSTAKI, LA VOZ MEDITERRÁNEA (Y PEPE LUIS AL FONDO)

El Mediterráneo es el mar de la cultura, también el del mestizaje y Georges Moustaki, que acaba de morir en París, su más genuino representante. 

Alejandría, Grecia, Francia y, también, una Barcelona que fue a menudo testigo y escenario de memorables actuaciones, la última de ellas (que no pudo concluir) en enero de 2009 que, sin nadie imaginarlo, se convertiría en su postrera comparecencia pública y cantando. 

Un año antes, en ese Palau de La Música saqueado por Millet y Montull con la complicidad de la burguesía catalana que ha hecho del mirar hacia otro lado su santo y seña histórico, tuve ocasión de emocionarme hasta el escalofrío ante la presencia del septuagenario “Métèque” vestido de blanco desde el cabello a las zapatillas. 

Sus himnos de amor y combate ¿no son lo mismo? sonaban, oían y sentían con la misma intensidad de la primera vez y eso sólo se consigue cuando la verdad es la esencia de la composición. 

Milord (para la Piaff), Ma liberté, Pourquoi mon Dieu?, Il est trop tard, Alexandrie, Il y avait un jardin, Marche de Sacco et Vanzetti, Nous sommes deux, Le Métèque… banda sonora de amores y revoluciones matizadas por una voz apenas alzada sobre el susurro pero que golpeaba con fuerza en el alma. 


Nos estamos quedando huérfanos de referentes, de esos seres humanos que otorgan al oficio de vivir un motivo que lo justifique. Cada cual, en su círculo familiar y de amistades tiene, sin duda, ejemplos de ello. Pero también son necesarios esos otros que, en su individualidad, notamos como nuestros (aunque apenas los conozcamos por la lectura, en una película, sobre un escenario, en un museo, en una plaza de toros…), de los que aprendemos o, simplemente, los gozamos. 

Una lista de ausencias que día a día suma nuevas altas (que son nuestras bajas) mientras nos vamos quedando a la intemperie. 

Quizás es que ahora que (casi) todo se desmorona y los salvapatrias de bigotillo camuflado y como sonrisa una mueca ven una nueva ocasión para ocupar su lugar al sol que es penumbra; ahora que el poder político ya no disimula que es el financiero y viceversa; ahora que los derechos esenciales del ser humano retroceden en un tiempo que cada vez es menos nuestro; ahora que la mentira más soez viene disfrazada de información; ahora que el grito de la manipulación ha sustituido al debate de las ideas; ahora que el cinismo reemplaza a la verdad; ahora que… ya sólo queda sobrevivir. 

Y eso, la mera supervivencia, es aún más dolorosa cuando con apenas cuatro días se nos han ido, como del rayo, Pepe Luís y Moustaki.


Sevilla y Alejandría, con Grecia en el eje. “El Sócrates de San Bernardo” llamaban al rubio Pepe Luis pues toda la sabiduría bajaba por sus venas para, con las palmas de las manos, dibujar la verónica, esculpir la chicuelina, desplegar “el cartucho de pescao” o templar el redondo y el natural hasta parar el tiempo y los corazones. Pepe Luis ¡que inventó un quite para disculparse ! las tardes en que esa misma sabiduría le frenaba el impulso. “El quite del perdón” le llamaron y Pepe Luis era el que debía perdonarnos… 

No son buenos tiempos para el toreo, tampoco para la libertad. Pepe Luis (ciego de ojos en los últimos años) y Moustaki han hecho mutis pero dejan su legado. Inmaterial uno, el del toreo, pues es instante fugaz e incorpóreo y recurrente el otro, en las canciones que no dejan de sonar. 

Esta noche, mientras el CD me acerca de nuevo el susurro cantado de Moustaki, alzaré la copa de vino de resina para acompañar unas papas aliñás a la manera sevillana con Pepe Luis a la vera de mi corazón taurino (que, en apenas dos horas, espera a Morante).


¡Viva el Arte !

P.M.