Hoy he ido por última vez al Cine Alexandra, de Barcelona. El Alexandra cierra sus puertas el próximo jueves19 de diciembre de 2013 y se suma a otros muchos cines que, especialmente, en los últimos años, han ido desapareciendo del paisaje de la ciudad para convertirse en hamburgueserías, cafeterías, tiendas de moda…
En el viaje a ninguna parte- Independencia le llaman- Barcelona va ligera de equipaje. Cierran librerías, cines y La Monumental, los Museos son recintos para bodorrios bollywoodienses y su Ayuntamiento censura fotos de torereros. A Barcelona ya no la reconoce ni la madre que la parió!, dijo aquél.
El Cine Alexandra esta (ba) en la parte alta de la Rambla de Catalunya. La Rambla de Catalunya y el Paseo de Gracia son vías en paralelo, que desde la Diagonal desembocan en Plaza Catalunya y en ellas y las calles que las cruzan (Roselló, Córsega, Provença… hasta la Gran Vía y Casp) hay muchas tiendas (de lujo y no tanto), hoteles, restaurantes estrella Michelin , de diseño y fast food, cafeterías con terraza y estufas, dos librerías gran superficie... Y dos cines: Club Coliseum y Comedia. El Coliseum (que resistió las bombas fascistas), en la Gran Vía con Rambla Catalunya, resiste pero con programación teatral.
En el google de mi memoria, aparecen en la zona urbana citada, desde los años sesenta y hasta el Alexandra, una relación de salas de cine que ya no están: Alcázar, Montecarlo, Fantasio, Savoy, Publi, Fémina, Novedades y Tívoli (ahora teatro). Todos ellos, excepto Savoy y Publi, con el diseño de los grandes cines, patio de butacas de más de veinte filas y anfiteatro. El Publi fue de los primeros en dividirse en dos y el Savoy era de más pequeñas dimensiones. El Alexandra se reconvirtió en multisala hace varios años, absorviendo al entrañable Alexis, el de las sesiones golfas de madrugada.
Alexis y Publi programaban sesiones matinales, a las que acudían estudiantes que buscaban en Godard, Eisenstein, Truffaut, Bellochio, Bertolucci, Tony Richardson o Fassbinder algunas de las respuestas que la Universidad no daba.
El cine, los cines ( también los de barrio, sesión doble, gaseosa y bocadillo tortilla para cenar, mientras el humo del cigarrillo de Bogart o Bacall salía de la pantalla y se mezclaba con el de algún que otro espectador) eran una ventana a la vida, colores para la grisura, música para los silencios, amores y besos para represiones y miedos, ideas contra la nada.
“Todo en la vida es cine/y los sueños/cine son”, cantaba Aute. El cine se hace para verlo en los cines y eso , que parece una perogrullada, va a acabar siendo una rareza.
Las recientes campañas que por un día han rebajado el precio de las localidades han puesto sobre la mesa que sigue habiendo un sector, más o menos numeroso, de la población que si quiere acudir a las salas y que el factor económico juega a la contra.
Es cierto, pero no lo es menos que el (muy gravado) precio de las localidades no va más allá del de una copa ( y otra, y otra) en el bar con los amigos. Y, la inmensa mayoría, parece optar por lo segundo.
Salí del Alexandra (por cierto, después de ver la premiada y, para mí, insufrible “La Gran Belleza, ), guardé la entrada en el bolsillo como recuerdo de lo que ya no será, y, al mirar hacia atrás, ante mí, por un instante, como en un montaje frenético, desfilaron las imágenes, las historias, las caras, las voces, las músicas, de todos los que , desde su(s) pantalla(s) me hicieron reir, soñar, sufrir, pensar, amar (sí, también amar). Vivir.
P.M.