lunes, 11 de marzo de 2013

La utopía necesaria


Marx, Engels y Lenin tenían un visión utópica- o no- del comunismo, en el que soñaban en un mundo donde los intereses de unos no negaran los del otro. Aquí no vengo a hablar de comunismo y capitalismo. Lo que quiero es reflexionar, reflexionemos, sobre el presente y futuro no muy lejano del toreo.

¡Opinemos! ¿por qué no? Opinemos de cómo salen los toros, de que si el torero se cruza poco o mata mal, de si hay mucha o poca gente en la plaza. Opinar es necesario para una sociedad democrática y no hay espectáculo más del pueblo que el de los toros, ya que éste, al fin y al cabo, decidirá el “premio” tantas veces cuantitativo, pero que no siempre refleja lo sentido, que se le otorga al torero y a veces, al toro.

Hay opiniones que son “palabras que ni siquiera /se sabe si son palabras/ vacías, sordas y ciegas/ como el hueco de una máscara” (Bergamín), ya que lo que hacen es negar un futuro querido por muchos en el que la ilusión y la regeneración son la base. En nuestra mano se encuentra en cómo encararlo, siempre y cuando queramos que se convierta en presente.

Digo esto porque comparto lo dicho por Jean Cau: “Amar los toros es, cada tarde, a eso de las cinco, creer en los Reyes Magos e ir a su encuentro”. Y lo que no se puede es ir sin esperar esa magia que a veces viene y a veces va. Porque a mí, como a tantos otros catalanes se nos ha negado sentarnos en el tendido de su plaza de toros, la Monumental de Barcelona. Por eso provoca rabia que se vaya a los toros sin predisposición a emocionarse, negarse a percibir lo que en el ruedo el torero, vestido de luces en tiempos oscuros, nos regala junto al rey de la dehesa, el toro. No hay nada más especial, único e irrepetible que el sentir como de lo más profundo del alma surge el ole cuando toro y torero se fusionan.

Por eso ante novilleros, tan nuevos e ilusionantes, las voces (tuiteras, blogueras...) de algunos generan una opinión que condiciona lo que vemos: el capote mecido de Paco Lama de Góngora, sentir su pellizco en chicuelinas y trincherillas o en esos pase de pecho de abajo arriba; los naturales de Posada; la mano baja de Román; los estatuarios de Garrido; la fuerza de Silva; ver a Juan Leal, Juan Ortega, Gonzalo Caballero, A.Puerta, J.Jiménez, Soler, Adrián, T.Campos, Abel Robles, Jesús Fernández o tantos, tantos otros, novilleros y matadores de toros que vestidos de luces quieren decir y sentir el toreo. Por eso, suenen clarines y timbales, qué empiece el futuro, asentando el presente.
Aitana March