viernes, 12 de octubre de 2012

CARTA A WERT


Sr. Ministro: El día que nací yo – pronto hará 60 años- en Barcelona (Cataluya), me españolizaron. No fui un caso único, desde luego, pasaba lo mismo con todos los niños y niñas que allí- en Catalunya, digo- lo hacían desde que Franco ganó una guerra trucada y (casi) todos perdieron.



En Catalunya, donde nací, a la negación de la libertad – propio del fascismo imperante-se añadió,en lógico corolario, la de la cultura y lengua propias. Dos, tres generaciones que crecieron en la lengua del Imperio (venido a menos).

El catalán se hablaba en la intimidad (como dijo aquel señor tan chistoso con bigotillo que se hizo una foto en las islas del anticiclón), en las escuelas ni por asomo, , y , si de estudiar autores catalanes se trataba, la cosa iba de Jacinto Verdaguer a Eugenio D'Ors, como mucho. La gramática catalana, no existía pues, para ellos, la lengua, tampoco. El catalán quedaba reducido a dialecto minoritario que algunos recalcitrantes se empeñaban en mantener en pueblos de Osona, La Garrotxa o El Penedés (valgan como ejemplos) mientras en las ciudades sólo se oía en cenáculos de la burguesía ilustrada, que, como siempre, nadaba y guardaba la ropa.

Un fenómeno hizo despertar del letargo. Nova Cançó la llamaron y, por ahí, en los jóvenes empezaron a calar mensajes y palabras, hasta el punto de que muchos accedimos a las primeras nociones de catalán traduciendo y memorizando lo que Raimon, Llach, Pi de la Serra, el propio Serrat cantaban, lo mismo que hacíamos con el inglés de Dylan y Los Beatles o el francés de Brel y Brassens, entre muchos más, claro.

Los movimientos políticos, desde la clandestinidad, también pusieron lo suyo para que la lengua propia empezara a tener visibilidad al tiempo que era factor de integración de los inmigrantes, hasta el punto de que fueron éstos los que, por delante de las grandes familias catalanas, encabezaron las luchas por la recuperación de lo que nunca debieron arrebatar.

La Asamblea de Catalunya (nada que ver con esa nueva Asamblea independentista) fue el impulso necesario y combativo, previo a la normalización democrática a partir de la muerte del Dictador.

En esa normalización, la lengua era factor fundamental. , pese a errores, hoy los niños de Catalunya (los aquí nacidos y los llegados de cualquier lugar) crecen, se forman, estudian, viven, sin problema lingüistico alguno, más allá de los que los guardianes de las esencias (de uno y otro lado) quieran inventarse.

No sigo, Ministro, entre otras cosas porque sé que usted todo esto que le digo lo sabe. Precisamente por eso, Ministro, debería irse. Usted, cuando dijo lo que dijo, lo hizo a conciencia, sabiendo las consecuencias, calculada la repercusión. Y eso le convierte en aún más peligroso.

De paso, Ministro, haría un favor a la Fiesta.

P.M.

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