miércoles, 10 de octubre de 2012

ZARAGOZA, ZARAGOZA,
EL QUE NO SE JODE GOZA

Eso cantaba La Bullonera hace tres décadas y, ripio aparte, vale para cualquier ciudad, pueblo o pedanía de este país en venta. A la espera del día grande de las fiestas del Pilar, su feria taurina, aprobada por la Diputación y diseñada de espaldas a la realidad, se desarrolla con los tendidos vacíos (un cuarto de entrada, dos mil personas) salvo, mire usted, el primer día en que se anuncian las llamadas figuras y los toros que con ellas van.


Ni mano a mano, ni ganaderías “duras”, ni toreros en buen momento (Curro Díaz, Morenito, Fandiño...) ni locales. La vuelta de Padilla al “lugar del crimen”, con Juli y Talavante sí llena, veremos que pasa mañana y lo que resta.

Mientras las redes sociales y determinados profetas insisten en que la “salvación” de la Fiesta sólo llegará vía encastes minoritarios (sic), toreros que los lídien (otra cosa es eso tan cursi del lucimiento), suerte de varas como soñó Hillo y demás zarandajas, la tozuda realidad se empeña en demostrar lo contrario.


Las plazas no tanto como en épocas más agradecidas pero sí en número significativo, se llenan al reclamo de los nombres que, sólo pronunciarlos, a algunos les produce urticaria. Nada nuevo, ciertamente, basta repasar sesudas crónicas de décadas anteriores, pero ahora amplificado por las nuevas tecnologías. En cuanto a las ganaderías (algo a lo que la mayoría de quienes ocupan el tendido, no digamos las barreras, les preocupa lo mínimo) su grado de influencia para elegir tal o cual cartel de, pongamos, una feria no pasa de la curiosidad.                                                                            

Pero todo ello no es producto de una confabulación astral, sino, en parte, consecuencia, precisamente, de un déficit en la información taurina incapaz (salvo las excepciones de rigor que a cada uno le plazcan) de explicar, enseñar, valorar lo que sucede en el ruedo más allá de filias, fobias e intereses particulares. Así las cosas, el espectador inquieto, el que busca información que le permita dotar de contenido a su íntima percepción, se encuentra ante un estanque de aguas contaminadas, mientras el aficionado opta por el “a mí no me engañan” o la adscripción a quien más se acerca a sus valoraciones, compartidas con tal o cual firma, medio, portal, webb o blog.

Se avecina un invierno crudo para todo y todos que, en lo que concierne al toreo, reclama altura de miras, lejos de ombliguismos, fundamentalismos, maniobras en la ocuridad, intereses evidentes u ocultos, a la busca del lugar de encuentro necesario, el equilibrio imprescindible para , venciendo enemigos dentro y fuera, la Fiesta inmediata y la del futuro se dote de una autenticidad y transparencia de la que hoy carece.

Claro que todo se va al carajo (en Catalunya, de momento) cuando el ministro de la cosa cultural y taurina, Wert, sigue siendo, como el resto de sus compañeros del gobierno ( y tantos opinadores en los medios), una máquina de fabricar independentistas. La última, eso de “españolizar a lo niños catalanes” a lo que al diputado de ERC, el inenarrable Alfred Bosch, le responde con “igual está pensando en vestirlos de torero”. Y así ¿como pensar en que las corridas de toros vuelvan a La Monumental?. Algo que, por cierto, tampoco creo importe demasiado a tantos de los nuestros apuntados al discurso anticatalán puro, duro y sin matices. Ese que les une a sus contrarios, en el fondo tan iguales. Esos que se exclaman porque el Camp Nou se transforme en senyera pero miran hacia otro lado (en el fondo, les mola) cuando en el Bernabeu, Calderón, Cornellá, Villamarín y tantos más se izan banderas anticonstitucionales y nazis.

Como dijo aquella rubia, a joderse. Lo de gozar está chungo.
P.M.

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